Cuando todos los astros se apaguen en el cielo, cuando todos los pájaros paralicen el vuelo cansados de esperarte, ese día lejano yo te estaré esperando todavía.
José Angel Buesa

domingo, 29 de abril de 2012

El último deseo...





Si se derrumba el cielo, si se rompe el mar.
Si a mi poesía la traga el infinito,
si cae mi nombre fulminado por el tiempo.


Si en la ribera el agua se olvida de la arena.
Y en las costas de mi río las hierbas esconden
las cicatrices de mis huellas.


Quiero que estés allí, ¡corazón de trigo!
Juntando mis vocales a la vera de los verbos,
amontonando mis despojos
en los escombros del camino.


Porque sabes mas que todos mis místicos silencios.
Porque intuyes en mis labios tus senos en mi vicio.


Si a la sombra de mis montes el sol las elimina
con su brillo tenaz de loco aventurero.
Si me suben por las manos tus hiedras suaves,
huidizas a mi tacto de flor en terciopelo.


Si en mi ciega singladura hacia tu muelle
naufrago en la ignorancia de la isla de tus besos.


Si en mi pueblo se agiganta mi nostalgia
y rueda el delirio
en la urbana belleza de tu piel de caramelo.


Si no logro alcanzarte con mis alas de bardo,
si son mas altos los muros de tu vida.
Si son inalcanzables los luceros de tus ojos,
y se quiebran mis vuelos, y me hundo en la muerte.


Quiero que estés allí, ¡Corazón de trigo!
Antes que se agote mi último suspiro
antes que se trague mi garganta
la dicha de decirte que te quiero.-


Walter Faila

sábado, 11 de junio de 2011

Mágico Vivir...


Arde aún y es espléndida la llama
de aquel fuego. ¿Recuerdas esas tardes,
el canto de los pájaros; la tenue
veladura de un mar casi tan negro
como tus ojos? Súbita, la vida
nos quemaba por vez primera entonces.
Nosotros, qué podíamos hacer
sino aceptar ese secreto incendio,
su agonía y su éxtasis, fundidos
en un mismo sentir inexpresable.
Hiere aún ese mágico vivir:
ya sólo quiero envejecer contigo.

Abelardo Linares

lunes, 16 de mayo de 2011

No es nada de tu cuerpo...




No es nada de tu cuerpo
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca tu boca
que es igual que tu sexo,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada ¿qué es una mirada?
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:


Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.


Jaime Sabines

martes, 5 de abril de 2011

A primera luz del alba..


Inmerso en la primera luz del alba,
abiertos los dubitativos ojos
tras los que aún se mueven los despojos
de los sueños. Ver tu rostro me salva.

Echada en la espuma de un mar naciente
de mí absolutamente ajena, mece
tu respiración deseo, que ofrece
y que niega, en su ir y venir ausente.


Despertarme en tu belleza. Quisiera
morir. Partir envuelto en tu perfume.
morir es despertar en lo que uno ama.
En tu calor extraviarme. Quisiera
matarte. Verte embebida en mi llama.
no querer lo que quiero me consume.


Roberto Malatesta

sábado, 12 de marzo de 2011

Entre mis manos vives...


Entre mis manos vives
en confusión de nacimiento y corazón herido,
como desvanecerse o contemplar
un alto simulacro de ruinas;
sobre mis dedos mueres,
materia pensativa que se abate
bajo el murmullo de mi tacto,
y eres tristeza en mí,
suave como la forma de la nieve,
como cerrar la puerta
o mirar la inocencia de una pluma.

Nacida para mi caricia,
con un perdón que olvida y un comienzo
de éxtasis y aromas,
me acerco hacia tu aliento,
tu oído con mis labios toco y digo
que nuestro amor es agonía,
que escuches mi temor y mi palabra de humo
y que yo, como tú, de noche oigo
cómo se pierde el pensamiento,
confuso entre mi carne y tu recuerdo.

Mas retiro mi rostro de tus ojos
porque ya no podré pensar una palabra
que no habite tu nombre,
y porque surges hasta del silencio
como enemiga que desdeña el arma
y de improviso nace entre las sombras,
cuando sin ti yo no sería
sino un olvido abandonado
entre las ruinas de mi pensamiento.


Alí Chumacero

sábado, 15 de enero de 2011

Llámame




Yo aguardo la señal para reconocerte.
Cada noche, mientras tiembla el invierno
y abatida la lluvia se derrama
y el frío elige calles y restalla cordeles,
indóciles cabellos de pronto destrenzados,
yo aguardo la señal.
Y te busco incesante, y en la música entro:
acolchada la puerta se cierra tras de mí,
la sombra me golpea y mis ojos insisten,
suelta lanza dispersa y confundida.
Por el esbelto nardo y el armonioso alerce,
sauce, flor, el oro se desnuda,
gráciles piernas, bosques, enramadas:
dime, serpiente, dónde tus anillos.
Irresistible seductora mía, sin ti mi rostro
es fervoroso girasol anclado, es alabanza inerte,
no selva trastornada, no subterránea herida
ni belleza.
Sin deseos, sin sed, sin perseguido abismo,
sin que aceches y ofrezcas y arrebates,
qué jardín, dime tú, qué jardín
se podría llamar paraíso o delicia.
Mi tentación hermosa,
cada noche te busco, cada noche.
Y aguardo tu señal, transida ya de ti
para reconocerte y entregarme.

Ana Rossetti

jueves, 2 de diciembre de 2010

Escritura


Llámala gota primera
condensada en instantes de duda
Llámala don
que desdeña el frío de su paso
y se contenta con el crisol de la ausencia
Dile a ella
que sea jaima para ellos
Diles a ellos
que ella es
el soplo que prende las nubes
Mohammed Bennis

jueves, 4 de noviembre de 2010

De ti y de mí..

Si tú eres la montaña,
yo soy la flor, el aire, la llanura,
la fuente limpia y pura,
el río que te baña,
la hondonada,
la cubre y el paisaje;
el zafiro del cielo y la nube de encaje.
Todo y nada.

Tú eres lo duradero,
lo que persiste y queda, la verdad de las cosas.
Yo soy como las rosas.
Doy mi perfume y muero.
Tú eres el titán
que a fuerza de constancia perforaste las rocas.
Yo soy una de esas vírgenes locas
que nunca saben donde van.

Inconstante y alada,
tan pronto rozo estrellas como me mancha el lodo.
Lo quiero siempre todo,
y nunca tengo nada.
Sí; tú eres el más fuerte
y el más bueno quizás.
Tú sabes dónde vas.
Yo sólo voy donde quiere la suerte.

Nos encontramos un extraño día.
Tú el hierro; y la luz.
y nos unimos en una misma cruz
de poesía.

Si tú eres la montaña
que aguarda sin temor el vendaval,
yo soy la fuente de cristal
que florece en su extraña.

Y no puedes conmigo,
valeroso y profundo monte del Himalaya.
Para no sucumbir, necesitas que vaya
a sembrar en ti mi trigo.
Susana March

jueves, 30 de septiembre de 2010

Deseo...


Sólo tu corazón caliente,
Y nada más.

Mi paraíso, un campo
Sin ruiseñor
Ni liras,
Con un río discreto
Y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
Sobre la fronda,
Ni la estrella que quiere
Ser hoja.

Una enorme luz
Que fuera
Luciérnaga
De otra,
En un campo de
Miradas rotas.

Un reposo claro
Y allí nuestros besos,
Lunares sonoros
Del eco,
Se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
Nada más.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La caricia perdida


Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni

lunes, 6 de septiembre de 2010

Luz de Luna

Luz de Luna llenan la noche de amantes separados por el tiempo y el espacio"

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cuerpo y alma




La razón me distancia de ti, pero el sentido
me adhiere a tu costado como la hiedra al muro;
y sin embargo admito que la razón ha sido
quien te anexó a mi vida, por quien en ti perduro.

Eres más que una idea, pero no te percibo
sino como una sombra, grácil e inaccesible;
sombra que se me acerca con aire fugitivo,
y como aire se pierde, como sueño imposible.

Y a pesar de ser sombra, y a pesar de ser sueño,
y a pesar de ser aire, te acarician mis manos;
una caricia suave, que muere en el empeño,
porque aire, sueño y sombra se perfilan lejanos.

¿Por qué te siente el cuerpo tan cerca, si la mente
tan remota te sabe, tan fuera de mi tacto?
¿Y por qué el mismo cuerpo te reconoce ausente,
si la mente establece su intangible contacto?

Qué triste paradoja, qué absurda coyuntura,
qué condena se impone la condición humana,
dividida en la busca de su propia ventura,
y en la perenne espera de que vendrá mañana.