Cuando todos los astros se apaguen en el cielo, cuando todos los pájaros paralicen el vuelo cansados de esperarte, ese día lejano yo te estaré esperando todavía.
José Angel Buesa

jueves, 30 de septiembre de 2010

Deseo...


Sólo tu corazón caliente,
Y nada más.

Mi paraíso, un campo
Sin ruiseñor
Ni liras,
Con un río discreto
Y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
Sobre la fronda,
Ni la estrella que quiere
Ser hoja.

Una enorme luz
Que fuera
Luciérnaga
De otra,
En un campo de
Miradas rotas.

Un reposo claro
Y allí nuestros besos,
Lunares sonoros
Del eco,
Se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
Nada más.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La caricia perdida


Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni

lunes, 6 de septiembre de 2010

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cuerpo y alma




La razón me distancia de ti, pero el sentido
me adhiere a tu costado como la hiedra al muro;
y sin embargo admito que la razón ha sido
quien te anexó a mi vida, por quien en ti perduro.

Eres más que una idea, pero no te percibo
sino como una sombra, grácil e inaccesible;
sombra que se me acerca con aire fugitivo,
y como aire se pierde, como sueño imposible.

Y a pesar de ser sombra, y a pesar de ser sueño,
y a pesar de ser aire, te acarician mis manos;
una caricia suave, que muere en el empeño,
porque aire, sueño y sombra se perfilan lejanos.

¿Por qué te siente el cuerpo tan cerca, si la mente
tan remota te sabe, tan fuera de mi tacto?
¿Y por qué el mismo cuerpo te reconoce ausente,
si la mente establece su intangible contacto?

Qué triste paradoja, qué absurda coyuntura,
qué condena se impone la condición humana,
dividida en la busca de su propia ventura,
y en la perenne espera de que vendrá mañana.